Y, ¿Usted cómo está?

Autora: Lidia Jiménez

Algunos meses atrás, asistí a un taller que logró impactarme y motivarme a actuar, a darme cuenta que he sido necia, ¿Necia por qué? El hecho de saber que debes hacer algo y no hacerlo es ser necio, ¿no?

      La exposición fue realizada por el Dr. Ricky Marroquín y titulada: “Relaciones, todo empieza conmigo”. Comparto un breve resumen del contenido. Espero pueda ayudarle a usted lector, como me ayudó a mí, pues responde a una gran pregunta: ¿Por qué usamos máscaras en las relaciones?

      Comencemos por analizar y definir una verdadera relación: ¿con que personas cercanas a usted podría decir que mantiene una relación profunda y verdadera? Nadie es experto en las relaciones, por eso nos damos cuenta que aunque tengamos muchísimas personas a nuestro alrededor, las relaciones genuinas son muy pocas. Por lo tanto no se sorprenda si el número de estas personas no excede de 3.

      Para iniciar, el Dr. Marroquín realizó unas preguntas que deseaba respondiéramos por nosotros mismos. A continuación las comparto, y si es posible analícelas usted también.
¿Para qué creo que son las relaciones? ¿Por qué Dios nos creó relacionales y no soportamos el aislamiento?
¿Cómo se originan las relaciones? ¿Cómo las hacemos crecer? ¿Cómo las hacemos morir?
¿Quién diseñó las relaciones? ¿Qué viene a mi mente al pensar en relaciones?
Su relación con Dios, ¿cómo es?

       Al dar inicio, presentó un video llamado “Ya pare” o en ingles “Stop it” (que se encuentra más adelante en este artículo). “Con ver el video, ustedes podrían salir de aquí sin que yo hable más”, mencionó el expositor haciendo reír al público, pero efectivamente, el video resume muy bien el contenido del taller. Véalo dando clic aquí.

      El video nos muestra a una persona que llega con el psicólogo pues tiene una gran fobia, ella teme que la entierren viva. El psicólogo le propone una solución de dos palabras: “Ya pare”. No vuelva al pasado y pare de tener los temores que tiene.

      Eso es exactamente lo que debemos hacer cuando creamos mascaras en nuestras relaciones, YA PARAR. Los problemas en las relaciones con otros son resultados de los problemas dentro de nuestro propio corazón. Para ser sanados debemos dejar de preocuparnos en la forma de ser del otro, sino en el problema de nuestro corazón. Por lo tanto, al ver un ejemplo en el cual la pareja únicamente decide juntarse y deciden no casarse porque “firmar el papel representa un compromiso que les traerá problemas”, Ricky Marroquín mencionó: “El problema no está en la firma o compromiso, sino en el problema del corazón que es introducido en la relación”. A su vez, citó a Marcel Proust “El verdadero acto del descubrimiento no consiste en salir a buscar nuevas tierras, sino en aprender a ver la vieja tierra con nuevos ojos”.

      Al ser conscientes que el fallo en nuestras relaciones se encuentra en nosotros mismos también es posible comprender que debemos ‘arreglarnos nosotros mismos’ previamente. En la Biblia, a través de Proverbios 4:23, se nos ordena que “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida.” Con esto se refiere a que con lo que haya en nuestro corazón seremos capaces de dar vida o dar muerte a otros y a nosotros mismos. Un corazón herido, hiere a otros.

      Por otro lado, en las relaciones, usted puede tener el problema de que está siendo herido por la otra persona, pero prefiere acostumbrarse y adaptarse a lo que no le gusta. Obviamente, cuando algo nos lastima, no nos gusta algo, y si no nos agrada inmediatamente empezamos a perder interés. Esto es porque nuestro corazón está acostumbrado y fue diseñado para anhelar lo mejor y ser amado.

      Existen únicamente dos tipos de relaciones: las relaciones buenas y las relaciones malas. A su vez, existen tres relaciones que deben de ser de prioridad en nuestras vidas: con Dios, conmigo mismo, con mi familia y los cercanos.

      Su relación con Dios se lleva a cabo al usted aceptar al Señor Jesús como su Salvador y vivir una vida como siervo de Cristo. También, antes de tener buena relación con los demás, debe estar contento consigo mismo y amarse. Recuerde, su personalidad es lo que emana de adentro. ¿Cómo es su personalidad?

      Una relación buena debe permitirle ser autentico, vulnerable, confiable y compatible. Al ser autentico, puede ser usted mismo y estar tranquilo de lo que es, comportarse sinceramente y es completamente lo opuesto a ficticio y superficial. Al ser vulnerable le permite expresar con libertad y abrirse con los demás. El ser compatible, es que pueda llevarse bien. El Dr. Marroquín se enfoca en que para tener relaciones profundas, duraderas y significativas, principalmente debemos ser auténticos. Pero existen tres temores que nos impiden ser auténticos. Estos son:

1. El temor a ser expuestos.

      Este temor se hace presente al no desear que se conozcan nuestros defectos, emociones, debilidades, inseguridades, etc. Claro, como personas no nos molesta que hablen de nuestras fortalezas. “El temor trae en sí mismo castigo” dice la palabra de Dios. Naturalmente, el Padre nos configuró a manera de sí sentir temor. De otro modo, poner las manos al fuego no nos daría temor y por consiguiente nos quemaríamos. Pero en el amor no hay temor; si usted en algún momento se siente viviendo con episodios de temor, recuerde que seguramente lo mantiene como secreto y “los secretos no son gratis, ni ahora ni nunca”... más adelante (o quizás desde ya) se cobrará la factura.

2. Temor a ser rechazados

     Por temor a ser rechazados por la sociedad, o más bien sus mismos amigos, familiares o parejas, las personas se vuelven complacientes y pierden su identidad. Si no expresamos lo que queremos y sentimos, más adelante estaremos separados de nuestras relaciones, por estar reflejando una falsa identidad.
      El antídoto para esta situación es “Confiar en el amor de Dios”, el cual no ve apariencias ni discrimina, solo busca restaurar.

3. Temor a ser heridos de nuevo.

      El tercer y último temor es el temor a ser heridos de nuevo. Por más seminarios a los que intentemos asistir, el único medicamento que puede darnos un nuevo corazón es Dios. Con una herida es suficiente para destruir mi futuro, por lo tanto debo pedir ayuda y tener el valor de decirle a Jesús: “Aunque yo me arrastre en el pecado, no me suelto de tu mano.”

      Necesitamos conseguir un nuevo corazón para sanar heridas y evitar el temor hacia estas. Por nuestras fuerzas no nos es posible, pero Dios puede transformar nuestra vida. Podemos acercarnos y tener la completa confianza en que como un pequeño bebe que, aunque con pasos titubeantes, se acerca a los brazos de su padre, Él siempre le esperará con los brazos abiertos.

Ahora la pregunta, luego de conocer estos conceptos, le toca a usted responderla y analizar y, ¿Usted cómo está?
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Lidia Jiménez es locutora de Radio Viva 95.3 FM. Síguela en Twitter @Lidia_Jhime

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