Somos idolatras de los artistas cristianos

Hace poco en Facebook se desató la furia por la –vieja- noticia de que en la iglesia de Hillsong New York, hubo una pareja de homosexuales que estaban involucrados en los ministerios de alabanza. Me sorprendió ver tanto rechazo y calumnias, por este hecho pasado, de mis “amigos” y algunas páginas de noticias cristianas.

Me indigna ver este tipo de reacciones porque conozco de primera mano el motivo que lleva a las personas a emitir juicio contra tales instituciones. Muchos condenaban a Hillsong en general exponiendo que “era de esperarse” y que eso les pasaba por ser “ecuménicos” y qué cientos de otras cosas más.
Me dieron ganas de responder a varios comentarios por ahí, pero me ganó la cordura.

Días después se supo del comunicado del pastor general de las iglesias Hillsong sobre ese hecho, quien expuso que esta pareja de homosexuales ya no estaba involucrada en el ministerio.

Para muchos, esta explicación fue solo una chispa para avivar el fuego de la crítica y la intolerancia. ¡Incluso varios propusieron ya no cantar las canciones de Hillsong! Como que si hacerlo los haría a ellos cómplices del pecado.
La verdad es triste ver cómo los evangélicos nos volcamos a concluir que alguien o algo es hereje, solo porque creemos que va en contra de nuestra teología; que por cierto, la mayoría, no tiene un fundamento sólido sobre qué es lo que cree.

Lo que creo que sucede es que los cristianos latinoamericanos estamos tan mal acostumbrados a poner la mano para que todo nos venga gratis, que la industria musical, como decimos por ahí, hace su agosto con nosotros. Consumimos todo lo que se le antoje darnos y los ministros de alabanza (y pastores), se suben al tren de las programaciones de las radios y como tal o cual canción son populares, las cantamos en nuestras congregaciones. Y creo, queriendo estar equivocado, que el 90% de nuestras listas de cantos, son “Covers”. Es decir, no de autoría local, mucho menos propia.
Y no tiene nada de malo en cantar canciones de otros, pero si lo vamos a hacer, no los desechemos cuando por ahí alguien diga que alguien dijo que otro supo que otro más escuchó.

La noticia –vieja- de Hillsong solo puso al descubierto lo que hay en nuestros corazones, idolatría. Idolatramos a los artistas cristianos. Si ellos están bien, nosotros estamos bien. Si ellos están mal, los desechamos y buscamos otro ídolo que nos haga sentir bien, hasta que este falle, y así, el ciclo se repite.

¿Cuál es la solución?

Si vamos a desechar a las personas y ministerios después que nos han sido útiles, entonces cantemos nuestras propias canciones, escribamos nuestras propias letras y hagamos nuestros propios arreglos musicales.


¿Tú qué opinas?

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