La Teología del amor
Hace 5 semanas inicié el Diplomado en Teología en el
Seminario Teológico Centroamericano – SETECA y recientemente terminó el primero
módulo. Métodos de estudio fue la materia.
Fue emocionante asistir a las clases ya que, aparte de
aprender los métodos correctos de estudio – la observación, la aplicación y la
interpretación – lo mejor (para mi) fueron las discusiones sobre temas
bíblicos.
He llegado a esta conclusión: todos deberíamos tener un
entrenamiento en la ciencia que estudia la Biblia – o a Dios, la Teología. Digo
esto porque muchas veces tomamos versículos de y les damos una aplicación e
interpretación errónea por el simple hecho que suena bien.
Personalmente lucho mucho con dejar a un lado 36 años de
malas prácticas y empezar a leer un texto dándole la debida observación,
interpretación y aplicación.
Y durante las semanas que asistí al salón de clases resonaba
en mí una advertencia.
Sentía que me podía volver muy analítico de un texto, cuando
en realidad lo que necesito es dejar que Dios me hable a través de su Palabra.
Y ese es el riesgo de todo aquel que cree que sabe mucho.
Saber algo es bueno. Saber mucho es mejor. Solo saber es lo
peor.
Pablo lo dijo “el conocimiento envanece”. Pero solo el
conocimiento en sí no es provechoso, es cuando lo comparto que tiene su
verdadero valor y luego dice el apóstol “pero el amor edifica.”
El riesgo de uno que ha estudiado o estudia teología es
volverse un crítico o juez de quien predica.
El catedrático que nos impartió la clase en sus últimas
palabras antes de cerrar dijo: “lo que debe acompañar a todo teólogo es la
humildad.” Humildad para aceptar que otro menos preparado que yo me pueda
instruir en la Palabra, porque Dios usa a quien él quiere. Humildad para que al
momento de encontrar un error en lo que estoy oyendo no concentrarme en ese
error, sino en amor instruir al que predica. Cuando amo, no se trata de
demostrar cuanto conocimiento tengo sino de desarrollar el potencial del otro.
En resumen, debemos poner en práctica el amor más que el
conocimiento, porque este – el amor – es el mayor de todos los dones.
A esto le llamo la Teología del amor.
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