Cómo comunicarnos efectivamente
Todo tuvo su origen en Babel, la torre. Todos hablaban el mismo idioma y eran UNO, pero era necesaria la diversidad y fueron creados los idiomas. Pero no paró allí. A medida que las sociedades evolucionan también lo hacen sus maneras de comunicarse. Y fallar en actualizarse en ese cambio se corre el riesgo de quedarse fuera del movimiento, o mejor dicho: obsoleto.
Los líderes deben aprender a identificar los cambios en la manera de comunicarse de las personas. Si queremos que nuestro mensaje sea escuchado debemos hablar el idioma del segmento que queremos que nos escuchen.
Si quiero hablar con ingleses, debo hablar inglés. Si con Chinos, chino, y si con jóvenes, pues, el idioma que ellos hablan, cualquiera que sea.
El fracaso de muchos líderes es que no reconocen que quien debe aprender el idioma es uno mismo y no las masas, ya que si ellos no nos entienden se darán la vuelta e irán a donde se sientan cómodos y entiendan lo que se está hablando.
Muchos pueden considerar esto como aberrante ya que “quienes deben de cambiar son ellos”. Pero Pablo nos da una lección cuando dice que “a todos me he hecho todo, para que por todos los medios salve a algunos.” 1 Co 9:22b
Esto vino a mi mente mientras estudiábamos en la reunión semanal de grupos C.A.F.E. de La Frater que es el Espíritu Santo quien hace la obra a través de los que se dejan usar por él.
Si vemos que algún líder está “hablando” un idioma que no conocemos no debemos juzgar porque pueda que sea DIOS quien le haya dado esa habilidad. Es decir, si él está alcanzado a un segmento de la sociedad que nosotros consideramos “inalcanzable”, no podemos decir que no es de DIOS. Hechos 2:4b declara “según el Espíritu les daba habilidad para expresarse.”
Si DIOS le da la habilidad a alguien que alcance a los drogadictos, y lo hace con el lenguaje que ellos entienden, pues, ¡adelante! No soy quién para oponerme y mucho menos criticar. Como lo he dicho muchas veces, si no hago algo al respecto no tengo derecho de opinar.
Los líderes caemos en el juego diabólico de la desacreditación de otros por el simple hecho de no tener esa habilidad. O quizás por despreciar esa habilidad que DIOS nos puede dar para alcanzar a aquellos que aún no lo conocen.
Muchas veces queremos alcanzar a los jóvenes con música de viejos, o a los viejos con dinámicas juveniles. Queremos que el intelectual se haga ignorante y los poco estudiados apantallarlos con palabrería elaborada.
Ajustemos nuestras estrategias al segmento que queramos alcanzar. El no hacerlo nos hace ineficaces, incompetentes y al final retrasa que su Voluntad se haga en la tierra así como en el cielo.
Los líderes deben aprender a identificar los cambios en la manera de comunicarse de las personas. Si queremos que nuestro mensaje sea escuchado debemos hablar el idioma del segmento que queremos que nos escuchen.
Si quiero hablar con ingleses, debo hablar inglés. Si con Chinos, chino, y si con jóvenes, pues, el idioma que ellos hablan, cualquiera que sea.
El fracaso de muchos líderes es que no reconocen que quien debe aprender el idioma es uno mismo y no las masas, ya que si ellos no nos entienden se darán la vuelta e irán a donde se sientan cómodos y entiendan lo que se está hablando.
Muchos pueden considerar esto como aberrante ya que “quienes deben de cambiar son ellos”. Pero Pablo nos da una lección cuando dice que “a todos me he hecho todo, para que por todos los medios salve a algunos.” 1 Co 9:22b
Esto vino a mi mente mientras estudiábamos en la reunión semanal de grupos C.A.F.E. de La Frater que es el Espíritu Santo quien hace la obra a través de los que se dejan usar por él.
Si vemos que algún líder está “hablando” un idioma que no conocemos no debemos juzgar porque pueda que sea DIOS quien le haya dado esa habilidad. Es decir, si él está alcanzado a un segmento de la sociedad que nosotros consideramos “inalcanzable”, no podemos decir que no es de DIOS. Hechos 2:4b declara “según el Espíritu les daba habilidad para expresarse.”
Si DIOS le da la habilidad a alguien que alcance a los drogadictos, y lo hace con el lenguaje que ellos entienden, pues, ¡adelante! No soy quién para oponerme y mucho menos criticar. Como lo he dicho muchas veces, si no hago algo al respecto no tengo derecho de opinar.
Los líderes caemos en el juego diabólico de la desacreditación de otros por el simple hecho de no tener esa habilidad. O quizás por despreciar esa habilidad que DIOS nos puede dar para alcanzar a aquellos que aún no lo conocen.
Muchas veces queremos alcanzar a los jóvenes con música de viejos, o a los viejos con dinámicas juveniles. Queremos que el intelectual se haga ignorante y los poco estudiados apantallarlos con palabrería elaborada.
Ajustemos nuestras estrategias al segmento que queramos alcanzar. El no hacerlo nos hace ineficaces, incompetentes y al final retrasa que su Voluntad se haga en la tierra así como en el cielo.
Líderes, hagámonos de todo a todos, para que a través de todos los medios alcancemos a algunos.
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