Padre, no nos perdones...

Mientras continúo con mi lectura de Mere Christianity de C. S. Lewis, cada vez me doy cuenta lo mal que está la humanidad. Y no es que Lewis sea un dios o que él haya descubierto algo nuevo. Simplemente me hace verme en un espejo y descubro que estoy mal. Y si yo estoy mal todos están mal. Y estoy mal al decir que todos están mal.
La cara de la experiencia

Antes de explotar en la sección de comentarios quiero contarte lo que aprendí de mi lectura sobre el perdón, siempre en el libro de C. S. Lewis.

Él dice “El perdón es una acción honorable, hasta que le toca a uno perdonar.”
Y es cierto, es fácil pedir perdón pero es difícil concederlo. Estamos mal.

Así como en el Padre Nuestro dice: perdónanos así como nosotros perdonamos a nuestros ofensores…, qué tal sería si le cambiamos a: no nos perdones a menos que nosotros perdonemos.

Porque la primera frase, la original, nos hace pensar que quien tiene la responsabilidad es el Padre, pero la segunda lo hace más claro, es responsabilidad nuestra perdonar y luego poder recibir perdón. Estamos mal.

La semana pasada tuve una conversación con alguien que me decía que él ya había pedido perdón a su cónyuge por sus malas acciones, pero que ella no le hacía sentir perdonado porque en cada discusión le recordaba esas mismas acciones.

Esto me hace pensar en aquel verso que reza más o menos así: amamos, porque Él nos amó primero. Y es que no podemos perdonar si antes no hemos recibido perdón. Eso le pasa a mi amigo, su cónyuge no ha experimentado el perdón y por lo tanto no lo puede dar.

Y para cerrar con broche de oro el resumen de mi lectura… el autor menciona la regla de oro. Trata a los demás…bla, bla, bla, bla. Ya la sabemos y no la cumplimos. O a veces a medias porque ¿qué tal aquello que aún no hemos perdonado? ¿Acaso no querríamos nosotros que nos perdonen TODO lo que hacemos?

Por lo tanto no estamos amando a los demás como nosotros nos amamos a nosotros mismos. Y a esta conclusión llegué: casi siempre nos amamos más cuando hemos fallado o cometido un error. Cada vez que hacemos algo malo, casi siempre tenemos una justificación. Pues eso, eso es lo que hay que hacer con los demás. Amarlos más cuando fallan.


Así que olviden mi primer párrafo y perdonemos como quisiéramos que nos perdonen cuando fallamos. Y que Dios nos perdone solo cuando nosotros perdonemos primero. 

Pueden seguir a Jorge, Fabiola y Javier; ellos también escriben de lo que leen. 

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